31 julho 2015
Composición del poeta Ramón Llanes Domínguez en el acto de entrega de premios
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LA MINA
Apenas abrimos los ojos
estaba la mina con su galantería y sus reflejos,
la mina prosaica y la mina ruidosa,
la mina de los raíles santos
que recorrieran sendas sin describir
y rompieran la paz natural de los silencios.
Estaba ya la mina, hecha y trabajada,
estaban los secretos de la mina guardando tesoros,
las ilusiones que la mina proporcionara,
los sueños inquietos y múltiples
que la mina traía.
Y luego estuvimos nosotros
con las manos prosaicas y pobres
que vinimos a galantear con la mina,
a montarnos en los trenes altos
para oir sus silencios
y para serles protectores del aire.
Y vinimos a sacarle brillo humano,
a prestarle nuevos ojos que tiritaran de placer en sus cortas,
vinimos a serle aliados
para que no la venciera el tiempo
ni el comercio ni la deslealtad.
Y ahora, nosotros somos la herencia de la mina,
somos el tren, el color, la fragancia del cobre,
la voluntad de los zafreadores,
somos la idiosincrasia,
nosotros somos la mina
la quinta esencia que la mina
ha puesto en nuestras vidas.
Porque nuestro credo, nuestro único credo
es la mina,
con sus excelencias y sus catástrofes,
con sus impulsos y sus frenos.
Seres custodios de la mina,
somos.
Apenas abrimos los ojos
estaba la mina con su galantería y sus reflejos,
la mina prosaica y la mina ruidosa,
la mina de los raíles santos
que recorrieran sendas sin describir
y rompieran la paz natural de los silencios.
Estaba ya la mina, hecha y trabajada,
estaban los secretos de la mina guardando tesoros,
las ilusiones que la mina proporcionara,
los sueños inquietos y múltiples
que la mina traía.
Y luego estuvimos nosotros
con las manos prosaicas y pobres
que vinimos a galantear con la mina,
a montarnos en los trenes altos
para oir sus silencios
y para serles protectores del aire.
Y vinimos a sacarle brillo humano,
a prestarle nuevos ojos que tiritaran de placer en sus cortas,
vinimos a serle aliados
para que no la venciera el tiempo
ni el comercio ni la deslealtad.
Y ahora, nosotros somos la herencia de la mina,
somos el tren, el color, la fragancia del cobre,
la voluntad de los zafreadores,
somos la idiosincrasia,
nosotros somos la mina
la quinta esencia que la mina
ha puesto en nuestras vidas.
Porque nuestro credo, nuestro único credo
es la mina,
con sus excelencias y sus catástrofes,
con sus impulsos y sus frenos.
Seres custodios de la mina,
somos.